lunes, 17 de mayo de 2010

De lo que aconteció a don Quijote en Sierra Morena

Capítulo XXIII. De lo que aconteció a don Quijote en Sierra Morena, que fue una de las más raras aventuras que en esta verdadera historia se cuentan


Viéndose tan malparado por los presos a los que había liberado, don Quijoter dijo a su escudero:
--Siempre, Sancho, lo he oído decir, que el hacer bien a villlanos es echar agua en la mar. Si yo hubiera creído lo que me dijiste, yo hubiera excusado esta pesadumbre, pero ya está hecho; paciencia, y escarmentar para desde aquí adelante.
Sancho estaba preocupado por que los hallara la Santa Hermandad, así que convenció a don Quijote de adentrarse en la Sierra Morena hasta llegar a Almodóvar del Campo. Iban caminando cuando don Quijote halló una maleta y un cojín asido a ésta, medio podridos. El caballero envió a su escudero a ver qué contenía la maleta, así halló cuatro camisas, una carta de amor y varios sonetos y, envueltos en un pañuelo, un buen montoncillo de escudos de oro.
--!Bendito sea el cielo, que nos ha deparado una aventura que sea de provecho! --dijo Sancho. Don Quijote le dijo que tomase el dinero y se lo quedara.
SAncho dio por bien empleados los vuelos en la manta, el vomitar del brebaje, las bendiciones de las estacas, los puños del arriero, el robo del gabán, y toda el hambre, sed y cansancio que había pasado en servicio de su buen señor.
Con gran deseo quedó el Caballero de la Triste Figura de saber quién era el dueño de la maleta. Iba con esos pensamientos cuando vio por encima de una montañuela, que un hombre, a lo lejos, iba saltando de risco en risco. Iba desnudo, la barba, negra y espesa, los cabellos revueltos, los pies descalzos y las piernas sin cosa alguna; los muslos cubrían unos calzones, al perecer de terciopoelo leonado, mas tan hechos en pedazos, que por muchas partes se le descubrían las carnes.
Don Quijote imaginó que ese hombre era el dueño de la maleta, así que determinó buscarlo.
A lo que Sancho respondió:
--Harto mejor sería no buscarle; porque si lo hallamos y acaso fuese el dueño del dinero, claro está que se lo tengo que restituir.
En eso estaban, cuando a lo lejos vieron a un cabrero, a quien don Quijote llamó.
--Decidme buen hombre --dijo don Quijote--, ¿sabéis vos quien sea el dueño de estas prendas?
El hombre respondió que seis meses atrás llegó un grupo de pastores, entre los que iba el dueño de la maleta y el cojín, que se adentró en la sierra y no lo habían visto más, hasta que algunos días atrás había salido del camino y sin decir nada le arrebató toda su comida a uno de los cabreros.
Lo fueron a buscar y lo hallaron medio metido en el hueco de un gran alcornoque. Le rogaron que dijera quién era, pero él se limitó a pedirles perdón por lo que había tomado y terminó en llanto.
Los cabreros le dijeron a don Quijote que habían decidido llevar al joven a la villa de Almodóvar, para buscar a sus parientes. Quiso la suerte que en ese mismo instante apareciera. Don Quijote se apeó de Rocinante, y con gentel continente y donaire, lo fue a abrazar, y lo tuvo un buen espacio estrechamente entre sus brazosl

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