jueves, 6 de mayo de 2010

Capítulo XVI.-De lo que le sucedió al ingenioso hidalgo en la venta que él imaginaba ser castillo

Hoy tuve demasiado trabajo, termino muy tarde este post. Pero por favor, por favor, por favor, lean este pasaje que es uno de los más divertidos. Don Quijote y Sancho Panza pasan una noche loquísima en una venta: nuestro caballero cree que una moza es una princesa que se enamora de él, mientras ésta termina en una pelea con Sancho.
Vamos a la historia:
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El ventero, que vio a don Quijote atravesado en el asno, preguntó a Sancho qué mal traía. Sancho le respondió que no era nada, sino que había dado una caída de una peña abajo y que venía algo brumadas las costillas. La mujer del ventero, que era caritativa y se dolía de las calamidades del prójimo, acudió luego a curar a don Quijote e hizo que una hija suya, doncella, muchacha de muy buen parecer, la ayudase a curar a su huésped. Servía en la venta asimismo una moza asturiana, ancha de cara,
llana de cogote, de nariz roma, de un ojo tuerta y del otro no muy sana.
Improvisaron una cama para don Quijote, en el establo, y luego la ventera y su hija lo emplastaron de arriba abajo, alumbrándoles Maritornes, que así se llamaba la asturiana; y como viese la ventera tan acardenalado a don Quijote, dijo que aquello más parecían golpes que caída.
--No fueron golpes –dijo Sancho--, sino que la peña tenía “muchos picos y tropezones y que cada uno había hecho su cardenal”. También pidió a la ventera que le guardara unas estopas, pues a él le dolían también algo los lomos.
--También debisteis vos de caer –dijo la ventera.
--No caí –dijo Sancho Panza--, sino que del sobresalto que tomé al ver caer a mi amo, de tal manera me duele a mí el cuerpo que bien parece que me han dado mil palos.
--¿Cómo se llama ese caballero? –preguntó la asturiana Maritornes.
--Don Quijote de la Mancha –respondió Sancho Panza--, y es caballero aventurero y de los mejores y más fuertes que de largos tiempos acá se han visto en el mundo.
--¿Qué es caballero aventurero? –preguntó la moza.
--Es una cosa que en dos palabras se ve apaleado y emperador; hoy es la más desdichada criatura del mundo y la más menesterosa, y mañana tendría dos o tres coronas de reinos que dar a su escudero. No hace sino un mes que andamos buscando la aventura y hasta ahora no hemos topado con ninguna que lo sea; si mi señor don Quijote sana de esta herida o caída y yo no quedo contrahecho de ella, no trocaría mis esperanzas con el mejor título de España.
La asturiana Maritornes curó a Sancho, que no menos lo había menester que su amo.
Un arriero había concertado con Maritornes que aquella noche se refocilarían juntos, y ella le había dado su palabra de que, al apagarse las luces y estar todos los huéspedes y sus amos dormidos, le iría a buscar a la cama.
El duro lecho de don Quijote estaba primero en mitad del establo; junto a él hizo el suyo Sancho. Sucedían a estos dos lechos el del arriero. Después de haber visitado el arriero a su recua, el arriero se tendió en su cama, a esperar a Maritornes. Ya estaba Sancho acostado, pero no le permitía dormir el dolor de sus costillas, y don Quijote, con el dolor de las suyas, tenía los ojos abiertos como liebre. Toda la venta estaba en silencio y no había otra luz que la de daba una lámpara colgada del portal.
Esa maravillosa quietud ,y los pensamientos que siempre nuestro de Don Quijote tenía de los sucesos, le trajo a la imaginación una de las extrañas locuras que buenamente imaginarse pueden, y fue que él se imaginaba haber llegado a un famoso castillo (que, como se ha dicho, castillos eran a su parecer todas las ventas donde se alojaba), y que la hija del ventero lo era del señor del castillo, la cual seducida de su gentileza, se había enamorado de él y prometido que aquella noche, vendría a yacer con él una buena pieza. Y teniendo toda su quimera, que él se había fabricado, por firme y verdadera, se comenzó a acuitar y a pensar en el peligroso trance en que su honestidad se había de ver. Y propuso en su corazón no cometer alevosía a su señora Dulcinea del Tobos, aunque la misma reina Ginebra con su dama Quintañona se le pusiesen delante.
Pensando, pues, en estos disparates, se llegó el tiempo y la hora de la venida de la asturiana, la cual, en camisa y descalza, cogidos los caballos, entró ene. Aposento donde los tres alojaban, en busca del arriero. Pero, apenas llegó a la puerta, cuando don Quijote la sintió, y, sentándose en la cama, a pesar de sus bizmas y con dolor en las costillas, tendió los brazos para recibir a su hermosa doncella la asturiana, que, toda recogida, y callando, iba con las manos delante buscando a su querido. Topó con los brazos de don Quijote, el cual la asió fuertemente de una muñeca, y tirándola hacia sí, sin que ella osase hablar palabra, la hizo sentar sobre la cama; téntele luego la camisa. Él la pintó en su imaginación de la misma traza y modo que lo había leído en sus libros de de la otra princesa que vino a ver al mal herido caballero, vencida de sus amores. Y era tanta la ceguera del pobre hidalgo, que le parecía que tenía entres sus brazos a la diosa de la hermosura.
Y teniéndola bien asida, con voz amorosa, comenzó a decirle la imposibilidad de corresponderle, por la prometida fe que le debía a la sin par Dulcinea del Toboso.
El arriero, que estuvo escuchando lo que don Quijote decía, y celoso de que la asturiana le hubiese faltado la palabra, pero como vio que la moza forcejeaba por desasirse y don Quijote trabajaba por tenerla, enarboló el brazo en alto y descargó tan terrible puñetazo sobre las estrechas quijadas del enamorado caballero, que le bañó toda la boca en sangre.
El lecho de don Quijote cayó con tal estruendo que despertó el ventero. La moza, viendo que su amo venía, y que era de condición terrible, reacogió a la cama de Sancho Panza, que aún dormía y se acurrucó, y se hizo ovillo.
En esto despertó Sancho y, sintiendo aquel bulto encima de sí, pensó que tenía la pesadilla y comenzó a dar puñadas a una y otra parte, y alcanzó con no sé cuantas a Maritornes, la cual, dio el retorno a Sancho que le quitó el sueño. Al verse tratado de esa manera, se abrazó con Maritornes y comenzaron entre los dos la más graciosa y reñida escaramuza del mundo.

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