domingo, 25 de abril de 2010

Capítulo V Donde se prosigue la narración de la desgracia de nuestro caballero

Capítulo V
Donde se prosigue la narración de la desgracia de nuestro caballero

En esta parte, don Quijote regresa a su casa después de su primera salida. Y esto me mueve a pensar en que muchas veces nos va muy mal al empezar un nuevo trabajo, una nueva empresa, un cambio de vida.
Don Quijote regresó apaleado de su primera salida. Pero su reacción, como veremos, es una gran lección.
Vamos a la historia
---

Don Quijote vio que no podía moverse después de que fue apaleado por un mozo. Quiso la suerte que acertara que pasar por allí un labrador vecino suyo que venía de llevar una carga de trigo al molino.
El labrador, quitándole la visera, que estaba hecha pedazos por los palos, le limpió el rostro, lo reconoció y le dijo:
--Señor Quijana, ¿quién ha puesto a vuestra merced de esta suerte?
Con no poco trabajo lo subió sobre su jumento. Recogió las armas, hasta las astillas de la lanza, y liólas sobre Rocinante, al cual tomó de la rienda y del cabestro al asno, y se encaminó a su pueblo, bien pensativo de los disparates que don Quijote decía; y no menos iba don Quijote, que, de puro molido y quebrantado, no se podía tener sobre el borrico, y de cuando en cuando daba unos suspiros que los ponía en el cielo.
Llegaron al lugar a la hora que anochecía, pero el labrador aguardó a que fuese algo más noche, porque no viesen al molido hidalgo. Llegada la hora, entró en el pueblo, y en la casa de don Quijote, la cual halló toda alborotada; y estaban el cura y el barbero del lugar, que eran amigos de don Quijote. Todos lamentaban que el caballero llevaba tres días desaparecido, junto con su rocín, su adarga, lanza y armas.
La sobrina de don Quijote decía “yo tengo la culpa de todo, que no avisé a vuestras mercedes de los disparates de mi señor tío, para que lo remediaran antes de llegar a lo que ha llegado, y quemaran todos estos descomulgados libros.
Todos fueron a abrazar a don Quijote, pero éste dijo:
--Ténganse todos, que vengo mal herido por la culpa de mi caballo; llévenme a mi lecho, y llámese si fuere posible a la sabia Uganda, que cure mis heridas.
Lo llevaron a la cama, y catándole las heridas, no le hallaron ninguna, y él dijo que todo era molimiento por haber dado una gran caída con Rocinante, su caballo, combatiendo con 10 jayanes (gigantes) desaforados y atrevidos.
Hiciéronle a don Quijote mil preguntas, y a ninguna quiso responder otra cosa sino que lo diesen de comer y lo dejasen dormir. El cura y el barbero quedaron de verse al otro día en la casa de don Quijote.

0 comentarios:

Publicar un comentario